jueves, junio 01, 2006

MUJERES DE PORCELANA

Toda obra vacía de contenido se queda en la mera representación. Hasta la más hábil, la mejor ejecutada, nos está contando una historia, la historia de su creador, pero también la historia de una sociedad, del ser humano, de un tiempo, de unas circunstancias, de la sociedad en que se vive. De modo que la obra cohabita, de alguna manera contando nuestra historia, que es la historia de nuestro tiempo.

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Este proyecto nos interroga sobre la condición femenina estructurando su discurso en dos bloques: Mujeres de Porcelana y Miles de Looks.

En Mujeres de Porcelana, las figuras se modelan con esta pasta , material frágil en apariencia pero consistente en profundidad. Se trata de mujeres en posición de abrazar, que imploran, que esperan, mujeres amantes, mujeres víctimas. Sus ataduras, a veces sutiles, a veces brutales, a veces de lujo, navegan en la ambivalencia amor – sacrificio.

En Miles de Looks, figuras de mujeres en acetato. Fragilidad y ternura a pesar de su aparente frivolidad. Mujer sexy, mujer fetiche, mujer objeto, mujer que ha aprendido a vivir también para sí.

¿Desde dónde parte el sentido de esta propuesta?
Como mujer me siento comprometida en esta reflexión.

¿Cuál ha sido tu punto de partida?
Me considero privilegiada porque he podido desarrollar mis potencialidades como persona. Me parece importante valorar la generación de mujeres a la que pertenezco, educadas para el servicio, la perfección y para seguir el camino previsto, que han sido capaces de incorporarse como seres humanos al devenir social y que considero basculan entre la ternura y la ironía.

¿ Mujeres blancas versus mujeres negras?
Por contraponer situaciones que escapan lo cotidiano, lo que percibimos día a día aunque al final, el producto de la marginalidad, sea el mismo.

Tus hilos son muy evidentes.
Busco materiales cotidianos relacionados y que permitan múltiples lecturas quiero provocar la participación, la relectura del mismo asunto, sería como una invitación para volver a pensar, para ver con otra mirada.

En tus lienzos las mujeres aparecen alineadas, agrupadas, individualizadas, desorientadas.
Desde luego, es como yo las veo.


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Colocadas en un paraíso ora ordenado, ora disperso, sujetas o atadas con infinitos, múltiples hilos. Las mujeres – muñeca, blancas o negras, siguen un ritmo sincopado como en una hermosa melodía repetitiva, acompasada, prevista para ejecutar una danza sobre el lienzo blanco, inmaculado. Repetidas como máscaras, sujetas siempre, a veces con más evidencia que otras.

Anomia de seres sin rostro, enmarañadas en la invisible tela que teje el tiempo y el olvido. Muñecas rotas, suspendidas en el vacío, por ataduras cortas, firmes, colocadas en un universo pleno de geometrías, matemáticas del silencio. Algunas dejan tras de sí un reguero rojo, como de sangre, sufrimiento cósmico que se pierde en el tiempo, mujer madre, mujer viuda. Las veo todos los días, llorando la muerte detrás del fusil que nunca empuñaron. Son las que me duelen, las que me parten el corazón, las que acompaño en el llanto y en el grito, las que no entienden lo que yo tampoco comprendo. A las que consolaría en su tragedia.


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Las encuentro ordenadas geométricamente, en un puzzle previsto, encajando como partes de un todo, como engranajes de un esquema, cuando uno falla se decompone la figura.

Mujeres de patio escolar, infantilizadas, muñequitas ordenadas escrupulosamente siguiendo las reglas. Sempiterna y educada sonrisa, asentimiento por norma, ni una nota discordante, ni una palabra de más o de menos, perfección. Maestras del silencio. Preciosas muñecas con premio.

Algunas, discordantes, siguen un camino marcado, ataduras sutiles que no siguen un patrón, hilos modernos, seda acrílica. Caravana sin dromedarios tras la estrella fugaz. Búsqueda del sentido del amor, del placer, del encuentro personal, la opción infinita. Al final, pocas verdades.

Mujeres agrupadas, sin contacto, cada una en su rincón, cada una con sus enganches. Mujeres atadas, bien atadas, hilos de oro. Mujeres con color, ocultas en la red, sin rostro, sin cuerpo, sin nada, aunque, me consta, sonríen con dientes de leche y miel. Mujeres con paisaje o paisaje con figuras. Fondo abstracto, cambiante. En uno el color se desvanece como en un fundido, en el otro, el fondo en rojo ocre, como pintura parietal. Desde siempre la mujer de la cueva.


Con cartones – residuo que atesoraron perfumes, mujeres sin cuerda, distribuidas al azar, Olimpo de Atenea. Entra la luz, el color, el olor, el rostro y el espejo. Manteniendo un estético orden, o depositadas en el lienzo, tal cual, como cayeron de la mano de la artista, brillan con luz de neón. No hay dos iguales. Conquista del verbo y de la palabra.

A final me quedo con tres, al fondo un sol negro, una hecatombe, pero ahí están y son la trinidad en femenino, triángulo con vértices. Existiendo, resistiendo. Compartiendo pasado, enhebrando futuro. Mujeres.

Purificación Santana
5 - 6 - 2006

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