miércoles, marzo 29, 2006

Ortuño virtual (Gabriel Ortuño)

Colgamos a continuación el texto elaborado por el artista Gabriel Ortuño, que se incluía en catálogo de la exposición "Plastico" de dicho autor


Plast_II_24



"Este escenario particular intenta reflexionar acerca del Plástico como materia prima, y la interacción de la luz en determinados objetos, que ocasionalmente flotan a la deriva de las ideas que los arrastranTratados técnicamente a la manera pop, reflejan un paisaje metafísico, en un paréntesis de quietud post-industrial, que ayuda a reflexionar también, y por qué no, sobre la belleza de lo artificialGrandes naves, casi de textura de juguete de niño, se desplazan lentamente al son de la marea, reflejando la potencia de la luz atlántica, e incidiendo en alguna pequeña porción de color sin etiquetar. Trozos rojos triangulares preservan su espacio antes de ser invadidos por la tipografía comercial y publicitaria, al mismo tiempo que relacionan su textura con la era digital, alejándose temporalmente de facturas ec/éctico-informalistas, muy usadas como soporte donde apoyar el icono del gesto controlado, de lo aparentemente espontáneo.Una obra que también reflexiona e investiga sobre la realidad del nuevo siglo, a partir de los revestimientos de los nuevos materiales que visten la, por ahora, necesaria estructura de cemento, y que utiliza esta manera nueva de construir para viajar por el mar de las posibilidades de la imagen, recreando escenarios de arquitecturas imposibles, que a lo mejor nos llevan a pequeñas verdades poéticas más allá de su funcionalidad lógica. Mundos paralelos de superestructuras de hormigón armado revestidas de plaquetas sintéticas y divididas en secciones, (preparadas para sustituirse ante su deterioro) intentan engañar el paso del tiempo, jugando con lo inevitable.En definitiva, hablamos de imágenes construidas al amparo de la electricidad, el petróleo, y otras fuentes energéticas ya tradicionales (que nos recuerdan que en algún momento, no muy tardío, llegarán a su fin). Imágenes para hacemos soñar con el futuro y con el pasado a través de un silencio escénico. posicionando la óptica del espectador en una especie de gruta, a media luz, hecha de plástico avanzado, en la que sin saber por qué observamos desde la seguridad relativa de la esquina o cueva arcaica.."

Gabriel Ortuño: Aquel mar de esta orilla

Recientemente salió publicado el nº 1 de la revista Contemporanea, la cual realiza un extenso reportaje a la obra de Gabriel Ortuño, "PlásticoII", recientemente expuesta en Luroa galería de arte.

Colgamos dicho artículo en su totalidad, y les recomendamos la adquisición de la misma, dado el variado número de artículos publicados de gran interés.

El pasado 27 de enero Gabriel Ortuño presentaba su última producción, PLastico, en la galería Luroa de Las Palmas de Gran Canaria


Contemporanea_1


y. paralelamente, asevera el antropólogo italiano Remo Guidieri: "El sedentario es un necio nómada que funda un hogar; desvaría en círculos, arrastrando los pies", Ese movimiento indeleble y ese nomadismo como prioridades éticas y estéticas podrían ilustrar muy bien el itinerario pictórico de Gabriel Ortuño (Las Palmas de Gran Canaria, 1961), fraguado muchas veces a través de múltiples indagaciones; pero, sobre todo, sincrónicamente, constituyen el eje -fugitivo, fronterizo- de su nueva serie, Plástico, expuesta la pasada primavera en Berlín, con presentación de Jerónimo Saavedra, y que está en la línea de la muestra que el pintor exhibe, hasta el 24 de febrero, en la galería Luroa de Las Palmas de Gran Canaria

Nunca sabremos, por lo pronto, si son amaneceres o puestas de sollo que se cierne sobre esta serie de acrílicos marinos, compuestos a la vez de agua esencial y plastificada, como tampoco podemos testificar, a partir de la orilla escurridiza en que se inscribe, si detrás de los biombos recurrentes (tabiques, toldos playeros, antifaces, goznes industriales, barrotes, mapas, eclipses, ojos de buey, trajes de buzo, sombras chinescas, decorados de carnaval veneciano, señales aeroportuarias...) se encuentra el comienzo de la vida terrestre, según la percibimos los espectadores encaramados desde el agua, o es, por el contrario, el horizonte marino quien se aproxima hacia la tierra firme detrás de nuestros ojos. Tan sólo orilla y ligereza -en el sentido de verticalidad o levitación, del movimiento perpetuo a que aludíamos al comienzo- constituyen los dos únicos reconocibles parámetros de estos lienzos, rellenables luego de objetos y colores indistintos; o más aún: de objetos, encendidos o tiznados, que dan todo el color al cuadro, y de colores plenamente perfilados, hasta devenir ellos mismos en objetos animados.



A partir de este trastrueque elemental, se instaura aquí una total ausencia de jerarquía (algo que para el cubano Severo Sarduy es, por cierto, una característica privativa de la luz insular, a través de la cual cada objeto deviene enumerativamente, sin escalas ni prioridad, de un modo intercambiable, en lo que la isla es), y, por ende, se cancelan los binomios maniqueos. Objeto y color, orilla y verticalidad, agua esencialista y matérica, tonos encendidos y en penumbra, amanecida y puesta de sol -por citar tan sólo algunos de los binomios que ya han salido a colación- se presentan, así, como un continuismo completamente reversible, para ofrecer, en el conjunto de la muestra, un universo infinitamente especular, de un azogue a la vez irónico y cálido, lúdico y sobrio, de un armónico color chillón, con un ánimo por igual estilizado y risueño, y en el que se intercambian mutuamente, en el plano formal, lo conceptual y lo figurativo

No hay, sobre todo, un afuera y un adentro en estos cuadros: entre el ojo y el horizonte del cuadro, en correlación con la citada posición indistinta de la costa y el agua; o también, a través de una suerte de recurrente vidriera, como en un panóptico de muñecas rusas encajadas, entre la orilla y el horizonte, entre el ojo y la costa del marco, o entre el estudio del pintor y la intemperie playera. Del mismo modo, fluye un continuismo de todos los elementos aparentemente contrapuestos: entre el ángulo recto y la curvatura; entre la lisura negra o marina y los trazos encendidos; entre la abstracción y la figura; entre el mar y la boya; entre el colorido y el silencio... y así sucesivamente, a partir de una capital abolición de fronteras, que rige todo lo demás: entre representación analógica y representación digital.

Pues, en efecto, una de las características más originales de esta propuesta de Gabriel Ortuño es el vínculo que establece entre la nueva imaginería cibernética y las clásicas figuraciones analógicas, con trazos y coloridos que recuerdan, por ejemplo, a una cierta psicodelia y a un pop-art residual. Y para ello, ningún espacio más propicio que la orilla-paleta marina, ese horizonte infinitamente especular. Si, en lo temporal, Ortuño establece un sugerente juego "paleofuturista" señales digitales que provienen de una ancestral pintura analógica - , el mensaje se refuerza con la recurrente utilización - hasta "globalizarlo" por igual desfondamiento- de un mismo punto fijo del paisaje netamente insular canario, como es la orilla marina. Es decir: así como se llega a lo digital desde lo analógico, se llega paralelamente a lo global a partir de lo local, como si los biombos, tabiques y demás figuraciones fuesen los restos fantasmal es en la demolición de esa sabia definición de lo universal como "lo local sin paredes".

Porque, en efecto, el paisaje es, a primera vista, netamente isleño: antes incluso que la evidente figuración de la orilla playera, la serie parece remitir a esos polígonos forrados de plástico que se divisan al llegar a la Isla por el aire: espejeantes invernaderos de tomates, cuyos fogonazos se confunden, muchas veces, con las próximas refracciones marinas. Algunos de estos lienzos, con el recurrente color encarnado, podrían devenir en radiografías de esas casetas plastificadas, al tiempo que nos remiten a los polígonos industriales y grandes superficies que bordean la carretera del Sur de la isla, con sus máculas de cemento, manchas de grasa o chirriantes compuertas de almacén, como un escollo a la neta contemplación del agua, y que aquí, justamente, a través de una estilizada y cromática coreografía de cartón-piedra, se desdramatizan. Es un tema, por cierto, muy caro a ciertas poéticas canarias recientes: el vaciado del ancestral tremendismo marino, en pos de una luminosidad que deje, al menos, en tablas la partida. Contemplando estos acrüicos de Ortuño vienen a la mente - mas que sean trastocadas por algún escáner o por los tubos a voleo de la pintura psicodélica- ciertas figuras emblemáticas del poeta Manuel Padorno, como que "el mar es una larga carretera" o "todas las uvas chillan en el fondo del mar" o, vislumbrados tras los tabiques y las máculas, "el árbol de la luz" o "hermoso taller el agua". Si Agustín Espinosa profería con sumo agobio "En aquella isla salía y se ponía el Sol a la misma hora", aquí se nos pinta con mansa neutralidad, u objetiva voluntad de información cibernética, esa indistinción


Tan sólo orilla y verticalidad, señalábamos antes como las dos reconocibles coordenadas del chasis de estos lienzos. Pues bien, como observó en su día Lezama Lima, es justamente ahí, en "la resaca marina", en la orilla playera (con todas sus esquirlas y alquitranes procedentes de otras latitudes, y que, de algún modo, tienen su cabida en estos cuadros) donde se sitúa el verdadero centro espacial de la identidad isleña. Y como observó, opuestamente, por los mismos años 30 del siglo pasado, el ensayista tinerfeño Andrés de Lorenzo-Cáceres, en su "Isla de promisión", es en los "espacios verticales" del interior de las islas donde se halla el centro de gravitación de la vida insular. Ambas dimensiones se complementan y mutuamente se refuerzan en la imaginería de esta serie de Gabriel Ortuño. Porque, en efecto, al espacio claramente litoral con vocación de lontananza en que se inscribe, se le superponen formas alzadas, figuraciones o manchas con tendencia a la verticalidad, y a veces, incluso, levitantes. Sobre esa unitaria gestalt en la concepción espacial, se sincronizan, acto seguido, la mirada cibernética y la mirada analógica del mar, como la gran orilla de arena movediza en que cabe situar esta muestra. Sólo que, para remarcarla, se invierte el proceso habitual: cuanto parece manchas marinas salidas a voleo por computadora procede del esfuerzo analógico del clásico estudio de un pintor. Como si el modelo imitara al cuadro, la pintura imita aquí al ordenador. No hay otra diferencia entre uno y otro mar que la de ir rasgando o deshaciendo los Plásticos... O en todo caso, desde el eje nómada y fugitivo a que aludíamos al principio, en una infinita reiteración serializada, nos damos de bruces con aquel mar (analógico) de esta orilla (digital), con aquel mar (global) de esta orilla (local), o viceversa, pero una y otra vez, con aquel mar de esta orilla...



Artículo publicado en la revista Contemporanea, escrito por Antonio Puente

martes, marzo 14, 2006

Jorge Ortega, expone en Luroa

Masculino -- Bottom
Femenino -- herrschen
Adán -- Eva
Str8 -- Süβ
Luxe -- moderno
Decorativo-- trascendente

El pasado 10 de marzo se inauguró en la galería Luroa situada en la C/ Perdomo nª 10 en el Pasaje Comercial, la exposición individual del pintor Jorge Ortega presentada bajo el complejo titulo que arriba aparece, y que podremos visitar hasta el 7 de Abril Y a mediados de ella la presentación de la carpeta gráfica realizada con motivo de esta individual.

Un grupo de cuadros que nos proponen, una y otra vez una imagen de lo femenino y lo masculino. Como un Adán y Eva. Repitiendo de un cuadro a otro esta intención- intentar volver a pintar, volver a ver como nuevo este ejercicio de definición-.
Lo masculino y lo femenino existen como lenguaje performativo
Ella delgada, cool, seductora, pasiva, confiada ..
Él delgado, deportista, atento, activo dispuesto a mostrar su fuerza..


Pero como suele suceder cuando contemplamos la exposición y pasamos de un cuadro a otro, nos queda ese ruido, que nos da la certeza de un contenido y su imposibilidad de llevarlo más allá de esa sugerencia. La pintura tiene esa presencia retardada Time goes back so slowly .Un cuerpo desnudo, al que deberíamos tratar de vestido.

Naked/Nude El primero referido a la desnudez obscena, aquella que no oculta su deseo de no ver más allá de lo que se muestra, ajeno a ideales, que dirijan nuestra mirada. Nude es la belleza de la desnudez vestida, envuelta en su representación, en el clasicismo, en la norma, en lo cultural… Naked porque podían ser cualquiera- desead@-.Nude porque la pintura nos distancia a lo cultural. Referente del que contempla.

Vivimos rodeados de imágenes construidas, y más allá del hecho de que haya una intencionalidad está la evidencia de una estructura que damos como dada.
Continuando modelos, sirviéndonos de ejemplo, como una representación añadida. Hay algo en la pose elegida, en los complementos, que atan estos modelos a una representación.

Pero no olvidemos que nos encontramos ante pintura y todo lo que allí se propone queda disuelto en ese lenguaje lleno de belleza y virtuosismo. Y como suele suceder en los cuadros que nos presenta Jorge Ortega, la relación entre los contenidos que han ido construyendo los cuadros y el disfrute de la realización técnica de su pintura, no se contradicen y nos sitúan siempre en un disfrute que parece cuestionar nuestros prejuicios que determinan cual es el aspecto y los contenidos correctos cuando hablamos de pintura.