martes, marzo 06, 2007

Juan Betancor: Paisajes del Alma

Uno de los cuadros que figuran en esta exposición -el titulado "Composición rítmica"- nos proporciona la clave para acceder a la significación del tipo de paisaje que protagoniza la pintura de Juan Betancor. Es, como si dijéramos, la "puerta al campo" cuya apertura pone ante nuestros ojos la forma en que el pintor interpreta a la naturaleza lo que aparece no son exactamente símbolos, sino signos, partes de un lenguaje figurativo cuyo enlace transforma en inteligible el pensamiento del artista: casas, árboles, eras, sembrados, hojas, flores, carros, arados, nubes, gotas de lluvia, cercas, pájaros, etc. Todos están esquemáticamente trazados y poseen distintas variaciones que denotan la aleatoriedad múltiple del sistema. Betancor crea así un "alfabeto" propio y abierto que utiliza para dar sentido a la "página" del cuadro.

El hecho de la preexistencia de este "cuadro de cuadros" otorga fundamento a la apariencia de collage tan característica de la pintura reciente de Betancor. En efecto: la imagen total de la composición, en los distintos cuadros, parece armada a partir de fragmentos de imágenes que provienen de otras fuentes y que no son las que se obtienen, en primera instancia, de la observación inmediata de la realidad. Betancor ya ha hecho esa operación de metamorfosis de la realidad a la visión personal de la realidad en un estadio previo a la concepción del cuadro. De tal manera, cuando está ejecutando una nueva obra, puede dedicarse más intensamente a lo que podríamos llamar la obtención de una metáfora de la realidad, disponiendo de aquellos signos previos no en atención a la significación de su imagen, sino como funcional estructura plástica. Así, la perspectiva de varias casas, aún dispuestas en un mismo plano y compartiendo idéntico punto de vista, puede ser distinta para cada una de ellas, y los árboles no tienen por qué adoptar su invariable constitución vertical: colocados horizontalmente en una cenefa, en el lateral de la composición, poseen una rotundidad de presencia incluso más efectiva que si se dispusieran en su orden más común. Es evidente que esta ruptura de la continuidad del espacio implica cambios de visión, simultaneidad de perspectivas, etc., características propias del collage, como una simplificación de la más cerebral estructura cubista.

Porque Betancor, y ésa es, creo, la esencia de su trabajo, no quiere pintar la realidad, por hermosa y transparente que ésta sea. La realidad le sugiere datos, signos aislados (todos los que figuran en el cuadro a que me he referido al principio), que él simplifica despojándolos de su realismo. Y con esos recursos formales, aprendidos de un primer encuentro con la naturaleza, el pintor estructura en su composición unas imágenes que tienen más que ver con la emoción de la realidad que con la realidad misma. Pero como ocurre con todo afecto, éste no puede ser despegado del hecho que lo provoca. Aquí tampoco la realidad queda anulada; pero su conversión plástica, de la manera en que la efectúa el pintor, trasciende lo que podríamos tener por versión original, hasta convertirla, ahora sí, en un símbolo de la naturaleza, es decir: en una expresión arquetípica, al margen de tiempo y de lugar.

En este sentido no hay en las pinturas de Betancor ninguna clase de sentimentalismo que haga fácil por parte del espectador la identificación del paisaje: que podamos reconocer tal o cual parcela de la geografía insular (Agaete o el Parque de San Telmo, por ejemplo), son meras anécdotas que no empañan la pureza de la visión, desprovista de adherencias superficiales El espectador debe entrar en el paisaje y no en un paisaje. Betancor busca la esencia del paisaje, la que se manifiesta en la estructura de una hoja, en la rugosa materia de una pared o de un tronco de árbol, en la gracia rosa y blanca de un almendro... Paisajes de cualquier lugar; esos que Miguel de ünamuno llamaba "paisajes del alma": los que el pintor -o el escritor- lleva consigo y los revela ante cualquier sugerencia que se ofrezca a sus ojos y a su sensibilidad.

Se trata, en todo caso, de paisajes humanizados, dispuestos, casi diseñados, por la mano del hombre, pero en los que éste no tiene apenas presencia física (sólo en un par de cuadros aparecen figuras humanas). De ahí que el orden a que el pintor somete los distintos elementos de la composición, aunque arbitrarios en su disposición particular, acentúen esa impresión general de paisaje "hecho" por el hombre. No aflora en ellos la casualidad natural, sino el hallazgo del arte.

Con respecto a otras series precedentes en las que ya Betancor utilizaba esta manera compositiva, puede anotarse en la presente un acendramiento de la técnica, y una disposición más brillante y exaltada del color. El resultado es una pintura más lúcida y lúdica, más de puro y gozoso juego, como hecha sin esfuerzo, como deleite espontáneo de la imaginación. Esa es la apariencia; pocos saben el laborioso esfuerzo que implica alcanzar la sencillez, esa sabia inocencia de una visión poética de la realidad.


Obra reciente 2000-2001
Lázaro Santana; CICCA; 13- 30 Noviembre 2001

1 comentario:

maria dijo...

hola :) me gustaría saber los nombres de las pinturas y saber un poco sobre el artista (biografia)